Muy
queridas hermanas y hermanos:
¡Muchas felicidades en este “nuestro día”! Nunca acabaremos de
agradecer “nuestra hermosa vocación”, que ha tenido su iniciativa en el amor de
Dios Trinidad. ¿Qué la sostiene en este momento? ¿Qué le apasiona? ¿Qué la
alimenta? Me vienen estas y más preguntas. La vocación no es algo que recibimos
en el pasado, lo sabemos. Se actualiza cada día, como la memoria eucarística.
Hablar de nuestra hermosa vocación es compartir lo que hoy la sostiene, la
impulsa, la preocupa, la apasiona, como nos lo recuerda nuestro querido Papa
Francisco. Por eso, hoy es un día de hacer memoria agradecida.
La vocación es sobre todo una experiencia, un encuentro. La
vocación nos vuelve, por así decirlo, testigos de ese encuentro y con nuestra
vida lo confesamos. Uno de los horizontes de novedad del caminar de la VC en
América Latina y el Caribe es el de volver la mirada a la Trinidad. Y hoy las y
los invito a volver nuestra mirada especialmente a Jesús, el Verbo hecho carne,
y renovar en este día nuestra confessio trinitatis, confesando que Jesús es
nuestro mayor Tesoro, y que nuestra más grande alegría es compartirlo.
Una VC que confiesa que Jesús es su mayor Tesoro es…
Feliz, porque ha encontrado su mayor Tesoro
que es Jesús y porque tiene muchos motivos para la alegría. La tristeza muchas
veces es fruto de nuestra distracción, de nuestra falta de atención ante tanta
gracia y tanta vida que nos envuelve. Lo tenemos todo, lo tenemos a Él. Además
tenemos hermanas y hermanos con quienes compartimos la vida y que nos sostienen
en el camino. Tenemos una casa donde respiramos, nos acogemos y cuidamos
mutuamente; donde tomamos fuerza para la misión. Tenemos además un proyecto de
vida que nos parece apasionante, por el cual damos el salto de la cama cada
mañana y vamos a dormir como quienes han hecho lo que teníamos qué hacer (cf.
Lc 17,10). Tenemos los Sacramentos que nos dan la vida de la gracia, la
Eucaristía y su Palabra. Tenemos a nuestros hermanos más pobres, quienes son
también nuestro tesoro que hay que cuidar. Quien es feliz se siente pleno
porque lo tiene Todo. ¿Realmente mi felicidad está en Jesús? ¿Cuál es el motivo
de algunas de mis tristezas o desalientos? ¿Acostumbro quejarme frecuentemente
de lo que no tengo? Realmente, ¿qué me falta para ser más feliz como consagrada
o consagrado?
Orante, porque como Jesús, sabe buscar
espacios gratuitos para estar con el Padre, en el silencio del corazón y en la
escucha de su Palabra. Porque todo el trabajo y la acción apostólica no agotan
su sed de volver continuamente a la fuente de su amor y de su entrega. Porque
sabe ir contra el tiempo, es decir, buscar tiempos alternativos donde lo que
importa no es el afanoso hacer, ni el buscar resultados, sino el estar, dejarse
hacer, amar. Una VC orante porque quiere decantar los pensamientos, las
palabras, las acciones, las relaciones, los sentimientos, para aclarar el agua,
para ver con más transparencia por dónde nos lleva el Espíritu. Orante también
porque orando es cuando aprende a asimilar tantos rostros, tantas situaciones
que golpean a la humanidad y también nuestro corazón, y desde la oración surge
entonces la palabra, la actitud, el gesto profético que por vocación estamos
llamadas y llamados a testimoniar. ¿Sé crear mis tiempos de oración personal, y
recrearlos cada día, aún en medio de tareas que me absorben? ¿De qué manera
estos tiempos gratuitos marcan y orientan todo mi ser y quehacer durante el
día?
Discípula, pues tiene un Maestro a
quien seguir, y propio de ella es el seguimiento. Una VC que siempre aprende
algo nuevo, que se pone a la escucha del Espíritu y de la humanidad, que sabe
escuchar también a la creación porque en todo, en todo “interviene Dios” (Rm
8,28). Discípula en camino, porque a la escucha le sigue el paso, sigue el
moverse, el salir. Y porque es discípula sabe dialogar, y aprende de las y los
demás con quienes vive su seguimiento de Jesús. ¿Cómo estoy en mi capacidad de
aprender cada día algo nuevo, del Señor, de su Palabra, de las y los demás, de
la vida, de la creación? ¿Advierto y me maravillo ante lo nuevo, o tiendo a
manifestarme satisfecho de mí misma o de mí mismo?
Misionera, como Jesús, el Misionero
del Padre y del Espíritu Santo; porque sale al encuentro de la vida, aprisa,
como María de la Visitación. Porque se sabe consagrada para la misión, es
decir, se sabe enviada, pertenencia de Dios y pertenencia de los demás, y no se
entiende sin servir, sin darse, sin entrega cotidiana, sin pasión por la
salvación de todas y todos. ¿Considero mi vida misionera, esté donde esté, haga
lo que haga? ¿Todo lo que vivo y hago lo vivo misioneramente, para que las y
los demás tengan vida, y vida en abundancia?
Solidaria, porque como Jesús hace suya la causa de los más débiles,
de los pobres, de quien sufre. Solidaria porque es humana, porque comparte la
misma suerte que todos sus hermanos, y no es indiferente ante sus situaciones
de injusticia, de marginación, de desigualdad. ¿Cómo ser hoy una VC solidaria
especialmente con quienes están amenazados en su dignidad por su raza,
condición social, religión, etc.? ¿Qué tendrían qué hacer o decir nuestros
carismas para confesar nuestro amor solidario por la humanidad más vulnerada?
¿Cuáles son, en este momento, las realidades más necesitadas de nuestra
solidaridad concreta?
Pequeña,
como se ha hecho Dios por amor a nosotras/os. Dios escribe con letras pequeñas,
dice un libro[1].
Una VC que vive la radicalidad de la irrelevancia, de la pequeñez, del saber
“pasar como uno de tantos” (Fil 2,6-8), “haciendo el bien” (Hch 10,38). Esta
pequeñez no mengua la fuerza y la audacia propia de las acciones pequeñas, de
los compromisos cotidianos, de la vida que se entrega ya sea en un cargo muy
importante o en una responsabilidad muy sencilla. La pequeñez es alma de las
personas grandes, y tal vez sea la nueva profecía de la VC. ¿Cómo asumo mis
pequeñas-grandes responsabilidades diarias? ¿Le doy importancia a los pequeños
gestos, compromisos? ¿Creo en la fuerza que tiene el camino de la pequeñez, de
las pequeñas acciones que pueden generar grandes cambios?
Profecía, al estilo de la profecía de Jesús,
que fue también martirial. Es cierto que nos falta recuperarla, pero de acuerdo
al hoy. Cuántos hombres y mujeres profetas en la VC de América Latina y el
Caribe, que están sosteniendo la voz de nuestras hermanas y hermanos en
situaciones difíciles, que están cuidando la vida de muchos pueblos, que en los
rinconcitos más remotos están ahí, acompañando con ternura y compasión,
educando, sanando, promoviendo, impulsando; cuántas mujeres y hombres en la VC
adentrados en los ámbitos culturales, proponiendo los valores del Reino como
norma de vida y camino para construir el bien común. Esta profecía de la VC
quiere decirle a la humanidad que el camino no es la fuerza sino la bondad, que
la maldita violencia, como dice la canción, se contrarresta con personas
artesanas de la paz; que la injusticia se denuncia a tiempo y a destiempo
sumándonos todas/os en oración solidaria, en protestas pacíficas, o en acuerdos
comunes; que no estamos de acuerdo con actitudes que amenazan la dignidad de
las personas y de los pueblos; que la prepotencia no triunfa sobre los pueblos
que se unen para defender sus derechos y su soberanía; que los muros sólo
hablan de lo débil que podemos ser para enfrentar la diversidad, de lo egoístas
que podemos llegar a ser cuando queremos preservarnos y engrandecernos a
nosotras/os mismos, del poder que tiene el miedo al encuentro que nos cambia.
Esta profecía desde lo pequeño puede ser atómica, puede provocar la revolución
del amor, de la solidaridad, de la igualdad, de la fraternidad que salvará al
mundo de sus intereses egoístas, que nos están llevando a una gran
deshumanización.
Celebrar este día de la VC nos dice hoy muchas cosas. No nos
desanimemos por estar disminuyendo, por tener más canas y años, por los pocos
relevos y por las famosas obras que nos sobrepasan. Nuestros desafíos son tan
grandes como los que vivieron las primeras comunidades de la Iglesia naciente.
Que nos anime la fuerza de nuestra hermosa vocación, la cual nos hace vivir
este momento con pasión, porque estamos convencidas y convencidos de que
nuestra VC vale la pena, vale la vida, y que mientras descubrimos sus nuevas
formas, no dejamos de entregarnos desde lo pequeño y cotidiano, desde lo que
hoy nos sostiene, nos apasiona, nos empuja a salir aprisa al encuentro de la
vida. Y lo que nos sostiene, apasiona y empuja es nuestro Tesoro, Jesús. Una VC
así, necesariamente es fecunda, y creo en lo profundo de mi corazón, que si
vivimos así, estamos en camino de verla florecer y de hacer que acontezca la
cosecha.
María de la Visitación,
nos sostiene en esta esperanza. Ella, que ha sabido de espadas que atraviesan
el corazón, sabe que una VC atravesada por la espada del desconcierto y de la
dificultad, va por un camino de Evangelio y de significatividad profética.
Desde luego, en la medida que viva feliz, que sea orante, discípula, misionera,
solidaria, pequeña y profeta; en la medida que sea memoria del modo de ser y de
actuar de Jesús.
Hna. Mercedes L.
Casas Sánchez, FSpS
Presidenta de la CLAR